Por: Vilma Filici. Ella es una consultora de inmigración certificada. Puede dirigir sus preguntas a filici@filici.com
TORONTO. En la columna de hoy no hablaré directamente sobre inmigración, pero sí de cosas que afectan al inmigrante y de la necesidad de poder abogar por uno mismo, o de tener a alguien que abogue por uno, tanto en el área de educación como en el área de salud.
Hace muchos años, cuando era estudiante de educación, acompañé a un recién llegado a una cita con un consejero de estudios en una Universidad que no voy a nombrar. La cita la habíamos pedido para que aconsejaran a la persona sobre qué curso de inglés debería tomar para poder luego seguir estudiando en su área especifica.
El asesor no perdió tiempo en decirnos que él no creía que la persona debía molestarse en estudiar. Le dijo que le tomaría mucho tiempo revalidar su título y poder trabajar en lo suyo y que le aconsejaba no perder el tiempo. Le dijo que se buscara un trabajo en unafábrica y comenzara a trabajar porque lamentablemente él estaría compitiendo con ciudadanos y residentes canadienses y sería muy difícilinsertarse en su profesiónaquí en Canadá.
En ese momento le dije al señor que le agradecíamos mucho su consejo, pero que no estábamos de acuerdo con su asesoría, que no habíamos ido a hablar con él para que mandara a la persona a trabajar en cualquier cosa y que buscaríamos otro consejo. Nos fuimos y de hecho le ayudé a conseguir a otra persona para que lo asesorara.
El otro consejero le dijo exactamente quécursosdebería tomar y cómo se debíapreparar para luego poder estudiar y revalidar su título. También le ayudó a conseguir un programa del gobierno que le cubría todos los gastos de estudios más los gastos de libros y transporte. Después de tres años el joven se graduó con honores de un college y hoy en día tiene su propia compañía y emplea residentes y ciudadanos a quienes les da la oportunidad de trabajar y entrenar en una ocupación de mano de obra especializada para la cual hay mucha demanda en Canadá.
En estos días, tuve que llevar a un pariente, quien está sufriendo de una enfermedad terminal pero aún está relativamente bien, para que le hagan un procedimiento sencillo a emergencia de un hospital de Toronto. El no habla inglés y tiene 84 años. Normalmente, cuando lo hemos llevado, lo han atendido de inmediato, le han hecho el procedimiento necesario y lo han mandado a la casa. Esta vez, pasaron más de 4 días y no le drenaban el fluido de sus pulmones, lo cual no sólo le ocasionaba molestias,sino que también las toxinas le creaban confusión y delirio. Los médicos y el resto del personal veían esto como señal de que estaba en sus últimos días. Nosotros, que hemos estado cerca de él durante todo el proceso, sabíamos que una vez quitado el fluido estaría bien.
Tuvimos una reunión de familia con el equipo de salud del hospital y nos quedamos con la sensación de que no le harían el procedimiento. Nos decían cosas como “darle comfort” “calidad de vida” etc. Insistimos en que queríamos que hicieran el drenaje, pero me dí cuenta que lo que nos estaban diciendo era que no habría procedimiento para drenarle el pulmón y que lo doparían para que se fuera en paz.
Nos fuimos con un sabor amargo en la boca y muy angustiados, pero al llegar a casa tomamos la decisión de que volveríamos al hospital y abogaríamos por nuestro pariente. Al llegar al hospital pedimos hablar con la enfermera responsable y le dijimos que queríamos que se le hiciera el procedimiento por el cual habíamos llevado a mi pariente al hospital y que no nos iríamos hasta hablar con el médico responsable.
A los 15 minutos vino un radiólogo con una máquina de rayos ‘x’ y le tomó placas. Pasaron un par de horas y llegó una estudiante de medicina a revisarlo y a hablar con nosotros. Cuando me preguntó cómo estaba, yo le dije que estaba furiosa. Que ellos no tenían porqué tomar la decisión de cuándo se iba a morir mi pariente y que nosotros no lo habíamos traído al hospital para que se muriera sino para que lo drenaran para que se sintiera mejor, y que de ahí no nos movíamoshasta que hubiera una respuesta concreta de cuándo lo iban a drenar.
La joven, futura médica, se sintió bastante incómoda y nos dijo que hablaría con el residente senior y volvería con una respuesta. Al cabo de un rato apareció nuevamente y dijo que el residente daría la orden para que se hiciera el procedimiento al día siguiente. Les tomó otros tres días y nuestro constante abogar para que lo hicieran, pero finalmente lo hicieron. Después del procedimiento mi pariente está mejor y podrá regresar a la casa y disfrutar de lasPascuas junto a su familia, nietos y bisnietos.
Me pregunto qué hubiese pasado en ambos casos si las personas no hubiesen estado con alguien que hablaba inglés, que conocía el sistema y no tomara un no por respuesta. Creo que la respuesta es que el joven se hubiese quedado con el consejo del primer asesor y hubiese terminado en un trabajo no calificado, sin inglés y super frustrado, y en cuanto a mi pariente, en vez de festejar las Pascuas tal vez estaríamos en un funeral.
Con mucha frecuencia vemos injusticias en el sistema educacional y en otros sistemas aquí en Canadá, y por falta de conocimientos y a veces también por falta de idioma nos quedamos callados y aceptamos lo que nos dicen a pesar de que sentimos que algo no está bien. Que lo que nos están diciendo no es lo correcto ni lo que nosotros queremos.
Tenemos que aprender a escuchar nuestras corazonadas, buscar a alguien que pueda hablar por nosotros y pelear por nuestros derechos. Y mejor aún, tenemos que aprender a hablar bien inglés o francés y conocer perfectamente el sistema canadiense para poder defendernos nosotros mismos.
No podemos dejar que por ser inmigrantes o por no hablar el idioma del país, otros tomen decisiones por nosotros. Después de todo, estamos en Canadá porque queremos una vida mejor para nosotros y para los nuestros. Asegurémonos de que así sea.