Si su caso de inmigración no tiene mérito, no pierda su dinero innecesariamente
TORONTO. Siento la necesidad de escribir esta columna para poner en claro ciertos puntos que son importantes en el trabajo que desarrollamos tanto los consultores como los abogados de inmigración en Canadá.
Creo que por una cuestión cultural hay personas que no quedan satisfechas cuando después de una consulta en persona, telefónica o vía Internet, se les dice que no califican para hacer un trámite de inmigración, ya sea una visa de estudiante, trabajo, residencia permanente o ciudadanía. En muchas ocasiones la gente incluso tira el teléfono después de decir “entonces usted no puede hacer nada por mí, no me puede ayudar” o “no me quiere ayudar”.
La realidad es que no se trata de que el profesional no pueda o no quiera hacer nada por la persona, sino que los consultores y los abogados de inmigración honestos trabajan dentro de los parámetros establecidos por la Ley de Inmigración y los reglamentos.
Cada categoría de inmigrante tiene definiciones y reglas que deben cumplirse para calificar, y si el cliente no llena los requisitos establecidos al hacer una evaluación del caso en una consulta, los conocimientos y la experiencia del profesional deberían ser respetados y juegan un papel importante en planear el caso. Porque hay ocasionesen que la persona no califica y no se puede hacer más, hay otras en que la persona no califica en el programa que le interesaba, pero pueden calificar en otro.
Por ejemplo, una persona puede llegar a la oficina con la idea de hacer un trámite de adopción para unos sobrinos huérfanos, pero después de analizar el caso se puede llegar a la conclusión de que los puede patrocinar directamente, como miembros de la familia, sin tener que adoptarlos.
Pero muchas veces, más de lo que nos gusta ver, la persona llega a la oficina con una idea de lo que les gustaría hacer en términos de trámite, no obstante, después de estudiar el caso a fondo, llegamos al fallo de que la persona no califica y por lo tanto no es aconsejable iniciar un proceso sabiendo que el resultado será negativo.
“Aquí no se trata de no querer ayudar al cliente, se trata de decirle la verdad y ahorrarle gastar dinero innecesariamente, no hacerlo perder el tiempo, y, en algunos casos,no exponerlo a que termine con una orden de deportación.”
Algo muy importante de destacar es que el consultor o abogado trabaja en representación del cliente, pero también trabaja como agente de los tribunales y del Departamento de Inmigración Ciudadanía y Refugio. Y ambos profesionales somos certificados por nuestras asociaciones respectivas y trabajamos con reglas de conducta estrictas.
En este sentido, presentar evidencia al Departamento de Inmigración o a los tribunales sabiendo que la información no es verdadera,no sólo podría resultar en el rechazo del cliente y un cargo por dar declaraciones fraudulentas con una prohibición de hacer ningún trámitedurante cinco años, sino que también podría resultar en la perdida de la licencia del profesional. Esto obviamente pone en juego su fuente de ingresos y su reputación, así como también podría enfrentar posibles cargos que, si es encontrado culpable, pueden resultar en una multa de entre $10,000 y $50,000,o cárcel por seis meses a dos años, o una combinación de ambos.
Lamentablemente sabemos que dependiendo del país del cual sea originaria la persona, los procesos pueden ser muy distintos, porque en algunos países los representantes legales ayudan a inventar casos, ayudan al cliente a mentir y se involucran en los procedimientos de sistemas corruptos donde la coima es común. En Canadá este no es el caso.
Por ejemplo, hace tiempo un señor que estaba tramitando su caso como inversionista, después de su entrevista en la cual se le había informado que sería aceptado, le envió una tarjeta al oficial de Inmigración y en ella incluyó$500 como regalo. Al recibir la tarjeta con lo que el cliente pensó que hacía un regalo de agradecimiento, el oficial de Inmigración de inmediato rechazó el caso acusando al cliente de haber tratado de sobornarlo. Con toda seguridad en su país de origen el regalo hubiese sido aceptado sin ningún problema.
Los oficiales de Inmigración,así como todos los empleados públicos, también trabajan con un código de ética estricto. En parte las reglas dicen que ellos no deben aceptar ningún regalo, hospitalidad u otros beneficios que puedan tener una real o aparente influencia en la toma de decisiones que pudiera poner al oficial en obligaciones con el donante. Esto también lo menciono porque más de una vez clientes nos han preguntado si conocemos a algún oficial que pudiéramos sobornar.
En todos los aspectos de nuestra vida,así como con los trámites de inmigración, todos queremos ciertas cosas y nos decepcionamos cuando no logramos nuestros objetivos. Pero es muy peligroso el obsesionarse con lo que uno quiere sin escuchar razón. Si más de un profesional le ha dicho que su caso no tiene mérito, lo mejor es escuchar la respuesta y buscar de qué manera se puede mejorar el perfil para que en un futuro se pueda calificar. Puede ser que a la persona le falte mejorar el nivel de inglés y luego podrá iniciar el trámite, puede ser que el interesado esté indocumentado y no haya hecho suficiente trabajo voluntario como para mejorar sus oportunidades de ser aceptado.
Es importante darse cuenta que tanto los consultores como los abogados de inmigración viven de su trabajo, y que lo más fácil y redituable sería tomar el caso aun sabiendo que la persona no califica. Sin embargo, si más de un profesional le aconsejando hacer nada porque estaría gastando su dinero y sería rechazada la solicitud, lo mejor es que no siga buscando escuchar lo que usted desea escuchar. Porque,así como hay profesionales que siguen las reglas de ética profesional, también hay otros que con gusto se pueden aprovechar de la vulnerabilidad de la persona para sacarle provecho a la situación.
En conclusión, la próxima vez que un profesional no le quiera tomar su dinero porque no cree que su caso tenga mérito, en vez de enojarse y maltratarlo, mejor agradézcale su honestidad.
Por Vilma Filici de Filici-Palacio
filici@filici.com